De regreso al ciberespacio con una caja de zapatos vacía, ¡si! esa, la de Gabriel Orozco. De sus piezas, es la que más llama mi atención y me es imposible pensarla sin las siguientes anécdotas:
- Año 1993. Bienal de Venecia. Es la primera vez que presenta la caja de zapatos vacía al público. Ésta es pateada sistemáticamente por los visitantes. Cerca, detrás de una mampara o pared falsa se encuentra una pila de cajas de zapatos vacía listas para reemplazar la que haya sido golpeada.
- Año 2000, exposición de Gabriel Orozco en el Museo Tamayo (Ciudad de México). Guardia de museo en primer plano casi vociferando como bienvenida “no está permitido tocar”, y la mirada aterrada del visitante de museo va del guardia a la caja.
- Año 2005. Palacio de Cristal (Madrid). El servicio de limpieza del lugar tira en varias ocasiones la caja, pensando que es un desperdicio que alguien ha dejado ahí.
Ésta pieza es un buen ejemplo de aquella frase que dice: cualquier cosa es arte. Está asegurada cada vez que se exhibe, como cualquier obra de gran maestro o artista famoso, situación que genera cierto malestar administrativo en los museos, porque aunque sea una obra de arte no deja de ser una vulgar caja de zapatos de menos de un dólar (me pregunto en cuanto estará avaluada).
¿Será un asunto de irreverencia llamar arte un objeto tan insignificante, común, cotidiano, moviendo un poco los cimientos de
Lo que me gusta de ésta pieza es que me hace pensar.